El personaje

Vito CorleoneEs frecuente que los escritores noveles se obsesionen por delinear la trama de un trabajo literario de ficción, para luego dejar en un segundo plano la conformación de los personajes que las nutren. Pero el camino debería correr en paralelo y la trama debe estar también al servicio de los intérpretes. Es necesario por tanto, perfilar unos protagonistas que sean lo suficientemente potentes como para dar buen impulso al relato.

Para ello la observación del escritor cumple un factor preponderante.  Y la realidad nos facilita un mercado prolífico del cual poder extraer suculentos arquetipos con los que abastecer nuestros escritos. El maestro de actores ruso Constantin Stanislawki explicitaba que para construir el rol de cualquier intérprete, había que huir de los estereotipos para extraerlo de la misma sociedad que nos circunda. El resto lo debería proveer nuestra imaginación o incluso hasta los propios personajes, quienes en razón de su conformación física y psicológica, empujarían y en cierta manera condicionarían la construcción de las diferentes tramas.

Vendrá después el momento del pulido final, el de los pequeños detalles,  en definitiva, de llenar a nuestros protagonistas de una cantidad de matices que los hagan propios y únicos. Luego los habrá más brillantes, expresivos u opacos, pero deberían atraer sobre ellos toda la atención de aquel que se aboca a la lectura.Lisbeth Salander II

Entonces será la instancia de completar la ecuación que resulta entre el escritor como emisor y el personaje como transmisor, cuando se incorpore el tercer componente, el receptor del mensaje que subyace en todo buen texto, el lector. Para, aunque hablemos de ficción, lograr componer una sinonimia con aquello que mencionaba el  psicoanalista francés Jacques Lacan: Construimos nuestro mundo a través del lenguaje.