Un Sant Jordi esperanzado

Romain Puértolas IIISon variadas las maneras de acercarse a un escrito de nuevo cuño, sea por críticas especializadas, consejos de amigos, recomendaciones de libreros, etc. Pero es de honestos admitir que en esta oportunidad nos ha movido a curiosidad el generoso título en su portada: El increíble viaje del faquir que se quedó atrapado en un armario de Ikea (Grijalbo), siendo este el primer trabajo literario de su autor.

De origen franco español, el joven Romain Puértolas ha construido un texto que, si bien está pleno de situaciones cómicas que por momentos rozan la hilaridad, en el fondo refleja la dolorosa realidad de la migración ilegal en Europa, acompañada por el mercadeo que se mueve detrás de este verdadero ejército de parias trashumantes para alcanzar su quimera dorada.

Por ello en este nuevo Sant Jordi donde editoriales mayúsculas y pequeñas, escritores consagrados y noveles, en el soporte en que den a conocer sus trabajos, grandes superficies y librerías de estirpe renuevan una vez más su fe, vaya nuestro aliento para todos ellos y para los lectores, claro. A continuación un extracto del viaje del pintoresco faquir:

Unas voces despertaron a Dhjamal. Unas voces graves de hombre.

Ni siquiera se había dado cuenta de que se había quedado dormido. Desde que había entrado en el armario, le habían balanceado en todos los sentidos. Sintió que lo levantaban de la tierra, sintió que le hacían rodar. Sobre todo sintió que le habían golpeado contra los muros, las escaleras y otros ONI, Obstáculos No Identificados.

Varias veces había estado tentado de salir y confesarlo todo. Quizá hubiera sido mejor que dejarse zarandear y transportar hacia lo desconocido. Por otra parte, la oscuridad y las voces incomprensibles en francés del otro lado del armario eran bastante imponentes. Sin embargo, Dhjamal resistió.

Al cabo de unos minutos, no había vuelto a oír ni sentir nada. De hecho creía que estaba muerto. Pero el dolor provocado por el pellizco que se había dado en el dorso de la mano le había confirmado que no lo estaba, al menos no aún, y que solo le habían abandonado a su triste suerte en el silencio y las tinieblas. Intentó salir del armario, pero no lo consiguió. Agotado y resignado, se había dejado llevar por los poderosos limbos del sueño.

Ahora, las potentes voces no dejaban de hablar. El indio creyó distinguir cinco diferentes. No era fácil, todas tenían la misma tonalidad grave, sorda, como de ultratumba. Hablaban muy de prisa y utilizaban muchas onomatopeyas, sonidos secos y abruptos que no le eran desconocidos. Árabe pero hablado por negros, pensó el indio.

Uno de los hombres se echó a reír. Parecía un colchón de muelles chirriantes bajo la pasión de dos amantes. Sin saber si aquellas voces eran de amigos o de enemigos, el faquir contuvo la respiración. Por amigo entendía toda persona que no se molestaría si lo encontraba dentro de ese armario, el posible marido de la posible compradora que al volver del trabajo encuentra un indio en calcetines en su nuevo armario…”