Es un autor que admite no ser “de editorial”, pero que ha tenido la ocasión de producir en los géneros más variados. La obra del argentino abarca desde el ensayo a la crítica literaria, de la novela al texto teatral, del cuento al guión cinematográfico. Aún así considera que tampoco es un escritor de método riguroso, más cuando confiesa cierta pereza en el momento de volcarse a la creación literaria.
– Tu producción no es extensa, pese a ello has sido galardonado en más de una oportunidad por tus trabajos: Premio diario La Nación (Buenos Aires, 1993) por tu ensayo Seremos como gatos; premio Casa de América de narrativa (Madrid, 2001) por tu novela La familia Fortuna (Lengua de Trapo); y de manera reciente el premio Metrovías (Buenos Aires, 2011) por tu cuento Medio Zorro. Ante la magnitud de registros es de orden preguntarte ¿cuál es el género que te brinda mayor libertad creativa?
TS- La libertad depende del tema, o sea: las ideas/temas vienen ya con su forma. Sí podría decir que quizá el ensayo, en el sentido de Montaigne con perdón, sería el más espontáneamente libre, el que exige menos límites. Por otra parte, los límites ayudan a no desbarrancarse…Así que todo me viene bien, según las circunstancias. Y si mi «carrera literaria» está marcada por los premios es que no soy un escritor de editorial, o sea, como nadie espera ni me exige una obra (¡ojalá!) escribo cuando puedo/quiero y mando a concursos, ya que detesto las antesalas y esperas y golpear la puerta de editoriales. En cuanto a mi experiencia con Lengua de Trapo, la que se vio obligada a editar La familia Fortuna, ya que Vila-Matas, Villoro y Abad Faciolince, integrantes del jurado junto con un representante de la editorial y otro de Casa de América, exigieron que esa fuera la obra premiada, decía, mi relación con Lengua de Trapo no fue muy agradable… (risas) De alguna manera, el editar poco y a partir de premios, es un privilegio, ya que muchos escritores «profesionales» presionados por la urgencia editorial publican demasiado y demasiadas obras incipientes que hubieran necesitado más tiempo de elaboración. En fin, de alguna manera debe ser el tipo de escritor que elegí ser, así que «el calavera, no chilla».
– En cuanto a La familia Fortuna, llama la atención la particular forma que has pensado para desarrollar las premisas, permitiéndole al lector comenzar por cualquiera de los siete medio volúmenes en la que está subdividida la novela. No nos consta antecedentes al respecto, ¿cómo surgió esta idea difícil y a la vez innovadora?
TS- Durante mucho tiempo (soy lento…) intenté una “novela-rio” sobre Mar del Plata, en algunos aspectos con las historias que están en «La familia Fortuna»; hubiera sido una novela abundante y mechada por historias que se alternaban, etc. Pero así no salía, hasta que una frase de Joyce (en el Finnegans) algo como «cada historia un placer en sí misma» me sugirió que cada historia debía tener su libro propio. Y allí surgió la posibilidad (que siempre estuvo en mi obra, tanto en teatro como en mi anterior novela inédita-finalista en el Barral de Barcelona (año creo que 1970) de dejar un gran margen de libertad al lector/espectador, algo similar sucede en mi obra «El marinero» a partir de un cuento de Apollinaire, que se represento en España en Festival de Cádiz, en Madrid y en el País Vasco, y traducida, también en Polonia. Ahora pienso que, quizá, eso fue lo que nos quedó del espíritu libertario de los ´60… Abolir también la tiranía de sabelotodo del autor…(¡éramos tan inocentes y bien intencionados!). No me inspiré en Rayuela de Cortázar, si bien todo el mundo habló de ello cuando salió La familia Fortuna, ya que Rayuela tiene solo dos formas posibles de lectura, y la historia es la misma, solo que se agregan comentarios… Aquí intenté que cada lector, entrando a la novela por donde quisiera y leyéndola en el orden que se le cantara, armara su propia «estructura» de la historia. Lo más interesante que descubrí después de ser publicada, ya que no partí de un «querer ser novedoso» sino de la forma que me pedía esa novela, fue que el lector, en ciertas circunstancias, sabe más que los personajes, ya que conoce, por los otros relatos ya leídos, qué le sucedió, o qué le sucederá a tal personaje… La libertad aleatoria, como juego, sumado a otorgarle al lector parte del poder del novelista. Además, quizá, (todo es quizá o tal vez…) un intento de aprehender aunque sea un poquito la maravillosa variedad de la vida…, («Creación, eres maravillosa» dice el Hijo en «Madre e Hijo» de Sokurov). Importante destacar, como inspiración o antecedente, que como estructura de novela siempre me gustó mucho El cuarteto de Alejandría, de (Lawrence) Durrell, y en cuando a la forma-juego, todo (Georges) Perec.
– Y tu laureado relato “Medio Zorro”, también tuvo otra génesis muy particular…
TS- Yo estaba sin escribir desde hacía mucho, trabado en mi novela actual, mudándome y bastante estresado como de costumbre. Una tarde salgo del subte (metro) y veo un afiche promoviendo el concurso de Carnaval de Metrovías, premio modesto pero… algo es algo. Me dije: tengo que hacer algo, e imaginé ese cuento, sin otra pretensión que la de escribir un «cuento de Carnaval» y de, en lo posible, ganar el concurso. Por lo menos, el segundo objetivo lo logré.
– ¿Qué sigue de ahora en más, hay alguna apuesta medianamente cercana en tu horno literario?
TS- Hace unos cuantos años estoy combatiendo literalmente con una novela, me he propuesto terminarla. Veremos. No cuento más por cábala, hace unos seis años, en un Mar de Letras, Festival literario en Cartagena, Murcia, al cual fui invitado, leí el primer capítulo… y después se trabó. Me costó mucho reanudarla, etc. etc. Cuando vea la luz, la mandaré a algún concurso y veremos que sucede…