La mayor parte de su producción literaria se suscribió bajo el denominado “realismo sucio”; corriente literaria surgida en los Estados Unidos hacia los años setenta del siglo pasado. Las características esenciales del estilo se limitaban a describir atmósferas, espacios y personajes con la mayor concisión posible, dejando al lector el libre juego de la imaginación en el momento de la lectura.
Carver (1938-1988) era el hijo de mayor de una madre que se ganaba el jornal como camarera y de un padre obrero y alcohólico; por tanto, abrevó mucho de las angustias y necesidades de las gentes de su clase, que le llevó a reflejarlas en muchos de sus escritos. Comenzó a publicar hacia mediados de los años cuarenta, especializándose en el relato corto; aunque se hizo más conocido cuando su trabajo en poesía y cuento, fue publicado por reconocidas revistas o periódicos, The New Yorker y Esquire, entre otros.
Logró dimensión y profundidad como escritor, hasta ser considerado uno de los maestros del relato breve. Pero se sabe, el tiempo logra que determinados autores como los buenos vinos, se aggiornen. Y al igual que lo son Kerouac o Salinger, el autor estadounidense está viviendo un redescubrimiento de sus obras, en su país de origen y más aún en el extranjero.
El texto a continuación pertenece a uno de sus cuentos más celebrados, De qué hablamos cuando hablamos de amor (1981). Dos parejas amigas Mel y Terri; Nick y Laura, se encuentran de bebida y charla en casa de los primeros:
«_Voy a explicaros lo que es el amor verdadero –dijo Mel-. Voy a poneros un buen ejemplo. Luego podréis sacar vuestras propias conclusiones. –Se sirvió ginebra. Añadió un cubito de hielo y una rodajita de lima. Esperamos, bebimos a pequeños sorbos: Laura y yo volvimos a juntar nuestras rodillas. Le puse una mano en el cálido muslo y la dejé allí encima.
_¿Qué es lo que cualquiera de nosotros sabe realmente del amor? –dijo Mel-. Creo que en el amor no somos más que principiantes. Decimos que nos amamos, y nos amamos, no lo dudo. Yo amo a Terri y Terri me ama a mí, y también vosotros os amáis. Ya sabéis a qué tipo de amor me refiero ahora. Al amor físico, ese impulso que te arrastra hacia alguien concreto, y al amor que inspira el ser de la otra persona. La esencia de esa persona, podríamos decir. El amor carnal y, bueno, digamos el amor sentimental, ese cuidado cotidiano para con la otra persona. Pero a veces me resulta difícil explicarme el hecho de que también debí de amar a mi primera mujer. Pero la amé, sé que la amé. Así que supongo que soy como Terri a este respecto. Como Terri y Ed. –Se quedó pensando en ello y luego continuó-: Hubo un tiempo en que creí que amaba a mi exmujer más que a la propia vida. Pero ahora la aborrezco. De verdad. ¿Cómo se explica eso? ¿Qué ha sido de aquel amor? Que ha sido de él, eso es lo que quisiera yo saber. Me gustaría que alguien pudiera decírmelo. Ahí tenemos a Ed. De acuerdo, otra vez Ed ama tanto a Terri que trata de matarla, y acaba matándose a sí mismo. –Calló y bebió un trago de ginebra-. Vosotros lleváis juntos dieciocho meses, y os amáis. Se os nota en todo. Rebosáis de amor. Pero los dos habéis amado a otra gente antes de encontraros. Los dos habéis estado casados antes, igual que nosotros. Y probablemente habréis amado a otras personas antes de vuestro primer matrimonio. Terri y yo llevamos juntos cinco años, y casados cuatro. Y lo terrible, lo terrible, aunque también lo bueno, la gracia salvadora, podríamos decir, es que si algo nos pasara a alguno de nosotros, perdonadme que lo diga, si algo nos pasara a alguno de nosotros mañana, creo que el otro, la otra persona, lo pasaría mal una temporada, entendéis, pero, luego, el que sobreviviese saldría y volvería a amar, tendría a alguien muy pronto. Y todo esto, todo el amor del que hablamos no sería sino un recuerdo. Y puede que ni siquiera un recuerdo. ¿Me equivoco? ¿Estoy desbarrando? Porque quiero que me corrijáis si no estoy en lo cierto. Quiero saber. Porque no sé nada, ¿entendéis? Y soy el primero en admitirlo…»