
«La única droga que no te mata, el único efluvio etílico que no te hace perder los sentidos ni te hace mal al hígado, el único amor que no te fastidia, es la buena literatura» ( Gemma Pasqual )
“…Jon Pinchot seguía llevando un día de ventaja respecto al calendario de rodaje y no estaba tremendamente contento por ello. Eso mantenía a Firepower lejos de nuestros traseros. Los peces gordos no iban por allí. Tenían sus espías, por supuesto. Y yo sabía distinguirlos.
Algunos del equipo tenían libros míos. Me pedían autógrafos. Los libros que tenían eran curiosos. Quiero decir que no eran los que yo consideraba mejores. (Mi mejor libros es siempre el último que he escrito). Algunos tenían un ejemplar de mis primeros relatos indecentes, ‘Cascándosela al diablo`. Unos pocos tenían libros de poesía, ‘Mozart en la higuera` y ‘¿Le dejarías a este hombre cuidar a tu hija de 4 años?` También ‘La letrina del bar es mi capilla`.
El día se esfumaba, tranquila aunque apáticamente.
Vaya con la escena de la bañera, pensé. Francine debe de estar súper limpia a estas alturas.
Entonces Jon Pinchot entró corriendo en el salón. Parecía desencajado. Llevaba la cremallera a medio subir. Estaba despeinado. Tenía una mirada frenética y de agotamiento al mismo tiempo.
-¡Dios mío! –exclamó-, ¡estás aquí!
-¿Qué tal va eso?
Se inclinó y me susurró al oído:
-Es horrible, ¡es de locos! ¡Francine está preocupada porque le puedan asomar las tetas por encima del agua! Pregunta todo el rato: ‘¿Se me ven las tetas?`
-¿Y qué pasa si se le ve una tetita?
Jon se acercó más a mi oído.
–No es tan joven como le gustaría… Y Hyans odia cómo está puesta la luz… No puede soportar la iluminación y está bebiendo como nunca.
Hyans era el cámara. Había ganado casi todos los puñeteros premios y galardones en este negocio, uno de los mejores cámaras vivos, pero –como a casi todo el mundo- le gustaba echar un trago de vez en cuando.
Jon siguió susurrando frenéticamente.
-Y Jack que no consigue decir bien esa frase. Tenemos que cortar una y otra vez. Hay algo en la frase que le molesta y cuando la dice se le pone esa sonrisa estúpida en la cara.
-¿Qué frase es?
-La que dice: ‘Debe de masturbar al policía encargado de vigilar su libertad condicional cada vez que viene a visitarlo`.
-Vale, que pruebe con ‘Le hará una paja al policía encargado de vigilar su libertad condicional cada vez que viene a visitarlo`.
-Bien, ¡gracias! ¡ÉSTA VA A SER LA TOMA DECIMONOVENA!
-Dios mío –dije.
-Deséame suerte…
-Suerte…
Jon salió de la habitación y entró Sarah.
-¿Qué problema hay?
-La toma decimonovena. Francine tiene miedo de que se le vean las tetas, a Jack no le sale su frase y a Hyans no le gusta la iluminación…
-Francine necesita una copa –dijo-, eso la relajará.
-Hyans no necesita una copa.
-Ya lo sé. Y Jack podrá decir su frase cuando Francine se relaje.
-Puede ser.
En ese momento Francine entró en la habitación. Parecía totalmente perdida, completamente fuera de todo. Llevaba un albornoz y una toalla en la cabeza.
-Voy a decírselo –dijo Sarah.
Se dirigió hacia Francine y le habló con calma. Francine escuchaba. Asintió levemente con la cabeza, luego entró en el dormitorio que estaba a su izquierda. Un momento después Sarah salía de la cocina con una taza de café. Bueno, en aquella cocina había whisky, vodka, ginebra. Sarah había hecho alguna mezcla. Se abrió la puerta, se cerró y la taza de café desapareció.
Sarah salió.
-Ahora estará perfectamente.
Pasaron dos o tres minutos y al cabo la puerta del dormitorio se abrió de golpe. Salió Francine, se dirigió hacia el cuarto de baño y la cámara. En el camino su mirada se cruzó con la de Sarah.
-¡Gracias!
Bueno, no quedaba otra cosa que hacer más que esperar allí sentado y seguir entregado al parloteo.
No pude sino mirar hacia el pasado. Éste era el mismísimo edificio del que me había echado por tener una noche a tres mujeres en mi habitación. En aquellos tiempos no existía eso de los ‘Derechos del Inquilino`.
-Señor Chinaski –dijo la casera-, aquí vive gente muy religiosa, gente que trabaja, gente que tiene niños pequeños. Nunca he oído quejas así de otros inquilinos. Y yo también lo oigo a usted, esas canciones, esas palabrotas…, cosas que se rompen…, lenguaje vulgar y risotadas… ¡En toda mi vida he oído nada parecido al jaleo de anoche en su habitación!
-Está bien, me voy…
-Gracias».