Esencia latina: Antonio Tabucchi

El escritor italiano nunca tuvo inconvenientes en reconocer la influencia de los textos de Pessoa en su decisión de hacedor literario. Es que muchos de los años de la vida de Antonio Tabucchi (1943-2012) e incluso su muerte, transcurrieron en el Portugal del lisboeta para que después toda su experiencia, lo convirtiera en traductor del autor del Libro del desasosiego y en profesor de Lengua y Literatura portuguesa en Bolonia, Génova y Siena.

Aunque bien es cierto que sus primeros conocimientos de literatura lusitana, se remontan al tiempo en que tuvo oportunidad de asistir a la universidad de la Sorbona en París. Luego los años de residencia sumados al amor por el idioma y la idiosincrasia local, lo llevaran a desempeñarse como director del Instituto Italiano de Cultura de Lisboa.

A caballo entre sus dos países, el propio y el de adopción, nació y creció el Tabucchi literato, con una variedad de obras traducidas a infinidad de idiomas, donde destacan Nocturno hindú (1984); La cabeza perdida de Damasceno Monteiro (1997); Los tres últimos días de Fernando Pessoa (2000) y por supuesto, Sostiene Pereira (1994), texto que fue llevado al cine con Marcello Mastroianni en el papel protagónico. En él, el italiano situó la acción hacia 1938 bajo plena dictadura zalazarista, allí el apolítico Pereira responsable de la página de necrológicas de un diario católico, discutía con su flamante colaborador, el idealista Monteiro Rossi:

«…El prAntonio Tabucchi Coblema es que usted no debería meterse en problemas que son más grandes que usted, hubiera querido responder Pereira. El problema es que el mundo es un problema y seguramente no seremos ni usted ni yo quienes lo resolvamos, hubiera querido decirle Pereira. El problema que usted es joven, demasiado joven, podría ser mi hijo, hubiera querido decirle Pereira, pero no me gusta que usted me tome como su padre, yo no estoy aquí para resolver sus contradicciones. El problema es que entre nosotros ha de haber una relación correcta y profesional, hubiera querido decirle Pereira, y que debe usted aprender a escribir, porque, de otro modo, si escribe con las razones del corazón, va usted a tropezarse con grandes complicaciones, se lo puedo asegurar.

Pero no dijo nada de todo eso. Encendió un cigarro, se secó con la servilleta el sudor que le bajaba por la frente, se desabrochó el primer botón de la camisa y dijo: Las razones del corazón son las más importantes, es necesario seguir siempre las razones del corazón, esto no lo dicen los diez mandamientos, pero se lo digo yo, de todos modos hay que tener los ojos muy abiertos, a pesar de todo, corazón, sí, estoy de acuerdo, pero también ojos bien abiertos, querido Monteiro Rossi, y con esto ha terminado nuestro almuerzo, en los próximos tres o cuatro días no me llame, le dejo todo este tiempo para reflexionar y para hacer una cosa como Dios manda, ¿de acuerdo? llámeme el próximo sábado a la redacción, hacia las doce del mediodía.»

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