El escritor y los tópicos

Nuestro mundo se nutre de dudas y certezas, realidades de las que no puede abstraerse la creación literaria. Aunque existe una tercera jerarquía: los tópicos, que también ocupan una buena parte de la cotidianeidad que nos circunda. Y si hiciéramos una rápida cuenta atrás, descubriríamos cuántos de estos conceptos se nos han ido archivando desde edad temprana en el disco duro de nuestra memoria.

A su vez, la historia de la humanidad nos habla de muchos de los narradores que se decidieron a indagar en estos tópicos. Desde la Rusia zarista de Fiódor Dostoyevsky a la Inglaterra victoriana de Oscar Wilde; del agreste México de Juan Rulfo a la domesticada sociedad norteamericana de Arthur Miller, por solo nombrar algunos de ellos.

Más recientemente,  la estadounidense Annie Proulx es otro de los autores, aunque no tan reconocido, que se ubica dentro de este grupo. Escritora que además de romper con una norma de su género, irrumpió en el coto vedado del rudo oficio de los vaqueros, adentrándose en la relación amorosa entre dos jóvenes braceros del medio oeste americano. El texto siguiente pertenece al relato Brokeback Mountain(Siglo XXI), cuya adaptación fue llevada a la gran pantalla por el taiwanés Ang Lee:

Joe Aguirre les pagó, habló poco. Después de echar un vistazo a las arremolinadas ovejas con gesto agrio dijo:   -Algunas de estas no subieron allí con vosotros. –Tampoco el recuento le salió como era de esperar. Los patanes de los ranchos nunca hacían el trabajo como es debido.

     -¿Vas a volver a hacerlo el próximo verano? –le preguntó Jack a Ennis en la calle, ya con un pie en su camioneta verde. El viento soplaba en poderosas ráfagas frías.
– Tal vez no. – Un penacho se elevó del suelo nublando el aire con fina arena y Ennis entornó los párpados. Como te he dicho, Alma y yo nos casamos en diciembre. Voy a tratar de colocarme en un rancho. ¿Y tú?- Desvió la mirada de la mandíbula de Jack, amoratada como consecuencia del potente puñetazo que él le había pegado la víspera.

– Si no me sale al paso nada mejor. He pensado que quizás vuelva a casa de mi padre a echarle una mano en invierno, y luego quizás ponga rumbo a Tejas en primavera. Si no me reclutan.

– Bueno, nos veremos supongo. –El viento arrastró por la calle una saca vacía que fue a engancharse bajo la camioneta.

– Claro- dijo Jack, y se estrecharon la mano, se dieron una palmada en los hombros y luego ya estaban a doce metros el uno del otro y no quedaba más
que seguir caminando en direcciones opuestas. Ennis no había recorrido mucho más de un kilómetro cuando sintió como si estuvieran sacándole las tripas, un metro con cada tirón. Se detuvo en la cuneta y, en medio de los remolinos de la nevada, trató de vomitar sin conseguirlo. Se sentía peor que en toda su vida y esa sensación no lo abandonó en mucho tiempo…  

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