Entre ellas, se hacían muy visibles las historias que emergen de la saga Crepúsculo, de Stephenie Meyer, y las acaramelas novelas de Federico Moccia (Perdona si te llamo amor, Perdona pero quiero casarme contigo, etc.). Ahora bien, no sabemos a ciencia cierta si han ayudado al entretenimiento de sus lectores, pero no cabe duda que han contribuido de forma significativa a la satisfacción de sus editores.
Aunque lo que en verdad llama la atención es que, siendo obras concebidas para un público eminentemente adolescente, muchos de sus lectores eran personas que pasaban por largo la barrera de los treinta. Por tanto, a menos que se trate de una nueva terapia amparada en el afán vampírico de mantenerse joven, nos mueve a la pregunta del millón ¿qué es lo que lleva al público adulto a inclinarse por una lectura de neto corte romántico juvenil?