El lenguaje y su evolución

Los datos más fiables cifran su aparición en unos 400.000 años, y otros 7.000 desde que el ser humano comenzó a dejar rastros de su escritura. Hoy, las nuevas tecnologías y su constante mutación hacen que de manera sostenida se vayan incorporando nuevos vocablos a los diccionarios; mientras que las transformaciones sociales hacen que se vean reflejadas de forma directa en la denominada aldea global, y con ello, en el habla de sus ciudadanos. No olvidemos que la gente, en un acto viral, aprende a manifestarse imitando las expresiones de otras personas.

El artículo siguiente fue publicado en el matutino La Vanguardia de Barcelona.

David Ruiz Marull

Los cambios sociales cognitivos, junto a los factores culturales, afectan el lenguaje humano. Pero no solo existen estas causas. Según un estudio de la Universidad de Pensilvania, la casualidad y el azar juegan también un papel fundamental.

”Los lingüistas -dice el profesor de biología Joshua Plotkin– suelen suponer que cuando se produce un cambio en un idioma es porque una fuerza direccional lo causó. Nosotros proponemos que las lenguas también pueden cambiar solo por azar. Un individuo escucha una variante de una palabra y a partir de aquí es más probable que la use. Si los cambios casuales se acumulan durante generaciones pueden provocar modificaciones sustanciales“.

Investigadores de los departamentos de lingüística y de biología evolutiva han analizado colecciones de textos en inglés datadas entre los siglos XII y XXI. Han utilizado escritos de Geoffrey Chaucer (autor de los Los Cuentos de Canterbury) o de William Shakespeare, entre otros muchos, para hacerse una idea de cómo ha cambiado el idioma durante el último milenio. Su objetivo era determinar si los cambios en el lenguaje ocurren por casualidad o por una fuerza selectiva.

Los expertos de la Universidad de Pensilvania han encontrado que algunos cambios en el inglés fueron guiados tanto por la selección natural como por la casualidad. ”Uno de los primeros grandes lingüistas estadounidenses, Leonard Bloomfield, dijo que nunca se puede ver un cambio de idioma, que el cambio es invisible”, explica la profesora de lingüística Robin Clark. “Ahora, estudiando todos estos textos, podemos ver los cambios al detalle microscópico y comenzar a comprender cómo sucedieron”, añade.

Tal y como pasa con los análisis genómicos, que requieren una gran cantidad de datos para ver señales de modificación genética, el estudio lingüístico requirió revisar muchos textos escritos durante siglos para determinar el papel de la selección en la evolución del lenguaje.

Los investigadores se centraron en la regularización de los verbos en pasado. Utilizando el Corpus of Historical American English (corpus histórico del inglés americano), compuesto por más de 100.000 obras (y más de 400 millones de palabras) que van desde 1810 hasta 2009, revisaron las formas verbales, tanto regulares como irregulares.

El estudio lingüístico requirió analizar muchos textos escritos durante siglos. Identificaron 36 de estos verbos. Usaron una técnica que se había desarrollado para detectar la selección natural en poblaciones microbianas y estudiaron la frecuencia de cambio de las diferentes formas a lo largo del tiempo para determinar si las modificaciones fueron causadas por fuerzas selectivas o por casualidad.

Para seis verbos el equipo encontró evidencias de selección natural. Y en cuatro de estos, la evolución favoreció la forma irregular. ”Hay mucha literatura y mitología sobre la evolución de los verbos y mucha gente ha afirmado que la tendencia es hacia la regularización. Pero lo que encontramos fue bastante diferente“, explica Clark.

Los investigadores se centraron en la regularización de los verbos en pasado. Por ejemplo, mientras que un nadador de hace 200 años podría haber “buceado” (dived, en ingles), hoy se utilizaría la fórmula “se zambulló” (dove). El cambio hacia el uso de esta forma irregular coincidió con la invención de los automóviles y el aumento amenazante del uso del verbo irregular “conducir” (drive) y ”condujo” (drove).

“Tener un vecindario fonético con otros verbos actúa como una fuerza gravitatoria y hace que sea más probable que la forma pasada se irregularice”, asegura Robin Clark. Aunque la selección natural actuó sobre algunos verbos, la gran mayoría de los que se han analizado “no muestran evidencia de selección alguna”, dice Plotkin.

El cambio hacia la forma irregular de dive (bucear) coincidió con la invención de los automóviles. Fue en ese punto donde el equipo de académicos reconoció un patrón: la posibilidad aleatoria afecta más a las palabras raras que a las comunes. Cuando varían los verbos raramente usados, es más probable que ese reemplazo se deba a una casualidad. Pero cuando los verbos más comunes cambiaban de forma, lo más probable es que la selección natural haya sido un factor que impulse el reemplazo.

La posibilidad aleatoria afecta más a las palabras raras que a las comunes. Los investigadores encontraron que el uso del do surgió en dos etapas, primero en preguntas, alrededor del año 1500, y luego, aproximadamente 200 años después, en declaraciones imperativas y declarativas. Los investigadores consideran que la primera etapa del aumento del uso del do está vinculada a la probabilidad aleatoria. La segunda etapa, en cambio, si parece que fue impulsada por una presión selectiva.

”Parece que, una vez que el do se introdujo en frases interrogativas, fue creciendo cada vez más su frecuencia de uso”, afirma Plotkin. “Cuando la fórmula se volvió dominante en las preguntas, fue seleccionada para otros contextos, el imperativo y el declarativo, probablemente por razones de consistencia gramatical o facilidad cognitiva”, añade.

Los investigadores también confirmaron la hipótesis sobre el cambio de forma en la negación, ya que del antiguo Ic ne secge cambió a I ne seye not y luego al más reciente I say not (Digo no). ”Las personas aprenden a hablar copiando a otras personas. Esa copia introduce variaciones mínimas, y las variantes se propagan. Cada cambio es una oportunidad para un resultado diferente, que es la base de la evolución tal y como la conocemos“, apuntan los investigadores. Ahí es cuando se introducen variaciones mínimas que se propagan.

 

 

 

 

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